El pasado noviembre de 2018 se celebró en la localidad albacetense de Villarrobledo la entrega de los Premios Vino y Cultura, en los que la Denominación de Origen La Mancha reconoció a personas y entidades que dan brillo a los dos aspectos que cita el título, y que han estimulado el consumo moderado de vino.
Premios como «Maestro del vino», «Al gusto», «Divulgación», «investigación para el Vino», «literatura y fotografía» y como el recibido por el Sumiller manchego, primer premio en Restauración por su labor y promoción del vino D.O. La Mancha en la carta del restaurante Granero.
El pasado mes de Junio de 2014 en el bonito marco del Restaurante Casa Pepe de Carrión de Calatrava, Ciudad Real, se entregaron los premios anuales de Radio Turismo “Platos de Oro”Maito, el director del programa radiofónica junto a su embajador en Castilla La Mancha Justo, del Restaurante Casa Justo de Tomelloso entregaron los premios Platos de Oro a una decena de restaurantes de la región, así como reconocimientos especiales a personas y entidades. Entre ellas estaba Adán Israel, Sumiller del Restaurante Granero de Quintanar de la Orden elegido como mejor Sumiller de Castilla La Mancha. También fue premiada la gran María José Infantes, del Restaurante El Bodegón de Daimiel, siendo reconocidos su arte, buen hacer y larga trayectoria vinculada a la hostelería. Entre los demás premiados la consejera de Empleo y Economía recogió el premio concedido al Gobierno de Castilla La Mancha por “su trabajo en la promoción turística de Castilla La Mancha y de sus productos de excelencia dentro y fuera de nuestras fronteras” También han sido premiados el presidente de la Asociación de Hostelería de Ciudad Real, José Crespo del restaurante Casa Pepe, anfitrión del evento en colaboración con Casa Justo de Tomelloso, la Feria del Melón celebrada en Membrilla, el Consejo Regulador de la Berenjena de Almagro, el proyecto “Mejor con vino” y otros tantos entes y personalidades relacionadas con la gastronomía y el turismo que destacan por su buen hacer y trabajo brillante.
Un domingo de Agosto del 2017 en Campo de Criptana recibí el premio Símbolo al mejor restaurador de Castilla La Mancha.
Los premios Símbolo son organizados por Bodegas Símbolo constaron de un concurso de catadores y un reconocimiento al socio del año, mejor corto cinematográfico, y al mejor restaurador de la región. El premio para el mejor profesional de la Restauración Castellano Manchega recayó en el Sumiller Adán Israel, maestresala del restaurante Granero de Quintanar de la Orden, Toledo y presidente de ASUMAN.
Durante mi agradecimiento dediqué el premio a todos los camareros, haciendo hincapié en que el servicio está pasando por un momento dorado y que es una de las patas que no deben de cojear en la restauración.
El pasado domingo 3 de Septiembre de 2017, en plenas ferias del vino de Valdepeñas se clausuraba el túnel del vino con la entrega de premios a los vinos participantes mejor valorados, y además algunos reconocimientos a personas relacionadas con el vino y su cultura. Me nombraron socio de honor de la Asociación de Jóvenes Amigos del Vino de Valdepeñas , cosa que me llena de orgullo y emociona, algo que no olvidaré jamás.
Os dejo mi discurso de agradecimiento:
Buenas noches a todos, señor Presidente, autoridades, socios y amigos.
Es un gran honor ser tan bien recibido en esta mi tierra, y más aún si es por gente con la que comparto una pasiones tan maravillosas como el vino y la gastronomía, (porque el uno está unido, inevitablemente, a la otra).
Mil gracias a los cientos de asociados, jóvenes amigos del vino, en lo que se evidencia que la juventud es un estado, y no una condición, con la que el vino adquiere un carácter más jovial, sin perder un grado de gravedad. Gracias por acordaros de un paisano en diáspora, de un camarero que ama su oficio y que recuerda todos los días su pueblo, su gente, y se vuelve emocionado cada vez que oye un ¡arrea! ¡cucha no! y el ¡amosanda! tan popular.
Gracias de nuevo por citar a un hostelero, y específicamente a un sumiller, ese camarero que se especializa, se forma, se recicla constantemente, asume responsabilidades sin dejar de ser un camarero que atiende si sirve y sirve si atiende, que ama la gastronomía y entiende que el servicio de bebidas, y más en concreto el del vino, es una de las patas de una mesa figurada que no debe cojear ni en cuanto a producto, ni a elaboración ni a servicio. En nombre de todos los camareros, os doy las gracias por fijaros en ese aspecto tan olvidado de la hostelería.
Prometo honraros continuando con mi labor, amaré el vino, lo trataré como se merece y me enseñaron, compartiré mis conocimientos con quien quiera, estaré, en la medida de mis posibilidades, a vuestro servicio y, por supuesto, llevaré mi tierra y a mis amigos (y ahora socios) en un rinconcito de mi corazón.
Me siento muy orgulloso de mi pueblo y de su gente. Valdepeñas, en una “cata rapidilla”, tiene un color anaranjado propio de su larga e intensa historia, en constante
evolución, limpio y cristalino como sus gentes, con un brillo especial que es reflejo de su nitidez y algo del encalado de fachadas de bodegas y molinos. Lágrimas livianas y fluidas que dejan huella como las derramadas en esta Muy Heroica, Leal e Invicta ciudad.
Valdepeñas huele a vino, valga la redundancia, pero, si afino, huele a bajomonte, casi serranía, huele a cueva, a parque, a fudre y, por supuesto, a barrica nueva, complejo bouquet de aromas propio de un coupage de varios vinos que resulta en un perfume divino.
Valdepeñas sabe bien, y es que, de pobre y humilde, es rica en valores y tradición. Como un sorbo de vino fresco, pasa con la lisura de lo bueno y afable, equilibrado y aterciopelado, con añejo pero con la chispa y la alegría que refrescan como niños corriendo por la plaza. Lleno de matices pero redondo, casi perfecto, como todo lo humano. Recuerdo largo e inevitable, porque en Valdepeñas está prohibido beber vino solo, y el vino compartido es imposible de olvidar, como el momento en sí.
Valdepeñas está bien servido en copa, en chato, en bota o incluso en porrón, porque Valdepeñas está para todo, es de todos, y no es esto de ahora. Marida bien con una charla de taberna y una tapa de queso manchego, con unas gachas en el Peral arreglando el mundo entre cuñados, con una orquesta en la plaza de España, aunque sea en bota. Valdepeñas armoniza con la luna, al son de las estrellas, invita a dar un sorbo de ella, y otro y otro, y no embriaga, ¡que enamora!.
Sin más, quiero alzar una copa de buen valdepeñas en vuestro honor, agradeceros tan bonito detalle y saludaros con un ¡VIVA VALDEPEÑAS! Y ¡MUCHA MANCHA!
Hoy hablo un poquito de mí: Hace muchos años que fumo, el tabaco ha sido habitual en mi infancia como en la de todos los que vivimos los ochenta y los noventa, los profesores fumaban, los médicos también pipaban mientras te recomendaban que lo dejaras tú, los aviones y medios de transporte público tenían ceniceros por todos lados, en esa época molaba, era de chulos y daba cierto aire de intelectualidad y rudeza, y la faria de las grandes ocasiones era el culmen. Yo recuerdo que de pequeño siempre había algún estúpido que traía cigarrillos al cole para impresionarnos , luego me juntaba con mis vecinos que le quitaban celtas a su abuelo Francisco, pero yo comencé a mis quince en el instituto donde los raros éramos los que no andábamos ahumando, el pavo quiso que un servidor empezara a toser y gastar flemas de la manera más tonta por muchos años. Hubo una época que le añadía un purete extra cuando salía de fiesta con mi amigo del alma Félix, ese Farias o Reig 7 que compraba en cualquier barra y después de un rato de postureo mareando con la niebla al personal estaba deseando tirar para encenderme un cigarrillo rubio, que era lo que me pedía el cuerpo.
Con el pasar de los años y mi formación como camarero y especialización en Sumillería empecé a conocer el mundo del Habano, a diferenciar procedencias, tipos de tabaco y elaboraciones, llegué a fumar en pipa con lo molesto y pedante que es, todo fuera por ahumarme a gusto, y es que la enfermedad del tabaquismo es como la obesidad, a veces no la ves y otras no la quieres ver, y siempre intentas rodearte de gente como tú.
Hace más de diez años que abandoné los cigarrillos y con ellos el fumeteo constante y habitual, ahora quemo algún puro de acapallá y precisa de varios factores, porque el puro es casi una ceremonia, mirusté. Primero de todo debe ser un lugar donde no moleste a nadie, porque ojo lo que molesta el humo de puro ajeno, luego claro está, algo que celebrar, y me conformo con que sea el día libre o que la ruta en moto y el lugar sea placentero, digamos que cualquier excusa es buena… Ha llegado a ser un ritual, e incluso un regalo recurrente de buenos amigos y de compañeros que me conocen y comparten esta rutina. Aprovecho para mandarles un saludo y agradeceros a todos los que habéis leído hasta aquí.
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