Restaurante La Martina es un espacio gastronómico en Tarancón regentado por su Chef, Jorge Susinos, que trabaja mano a mano con su media naranja Rian.
La Martina es un restaurante situado en una vivienda unifamiliar/chalet apartado del centro, que si bien parece algo difícil de localizar el fácil aparcamiento hace que merezca la pena el uso de navegadores o la consulta al mapa.
El local es bonito, acogedor y luminoso, una vivienda redirigida a servir de comedor pero con unas instalaciones decoradas por Rian, la pareja de Jorge y camarera de La Martina, restauradora en todas las acepciones de la palabra.
El festín comenzó con un recibimiento cercano y agradable, y un montaje de mesa bonito. y después de elegir el agua y vinos me dejé de llevar por el Chef, que dispuso probara el menú degustación que a continuación relato en fotonovela:
El pan es servido en cestas, se trata de rebanadas de hogaza, este tema tan de moda es para mí muy importante, y si no se elabora en casa una buena opción es la de comprarlo a la tahona de confianza, como es el caso.
comenzamos con el abrebocas más celebrado, el foie con mermelada y pan tostadito, al que le gusta untar se le da la opción y como se puede ver, sólo la presentación anima al feliz bocado.
«Las croquetas de Molina» así me lo cantan porque son receta de un chef amigo/colaborador de La Martina, estas optaron al concurso mejor croqueta Joselito, osea mejor croqueta del mundo, y sinceramente son de las mejores que he comido, cremosas pero no líquidas, crujientes y de dos bocados, amen.
Jorge tuvo la atención de preguntarme por manías o alergias, estos tiempos son delicados con ese tema y un profesional así sabe que debe andar con pies de plomo, de camino me relata qué va a servir, siempre es un placer hablar con él (siempre hay comida de por medio, jejeje).
El plato de arriba, bueno, el frasco de arriba contiene un pisto con vieira ahumada, de hecho el humo sale graciosamente al abrir el bote, en su justa medida, no es humo pesado ni cansino, es un toque vistoso que hace más apetecible si cabe este pisto.
Continuamos con una deliciosa alcachofa confitada, con foie grillé, cebolla, paté de aceituna y setas, rico y de textura delicada, todo en proporciones y en su punto, muy tierna la alcachofa y templado el foie. Delicioso.
El siguiente plato es una versión del ajoarriero típico, crema de ajoarriero con bacalao, huevo, pan crujiente, salicornia (espárrago de mar)… de las mejores versiones que he comido.
Contraste al canto!. Sardina con encurtidos y una base de rico y cremoso guacamole, fresco, sabroso y desenfadado plato que nos da mucho juego a los sumilleres
Llega la casquería, y a pesar de mis manías debo decir que me gustó mucho este morro con pata al «estilo callos», meloso y contundente plato.
El lomo de rodaballo con pulpo, servido sobre un guiso de trigo con espirulina me pareció delicioso, buen punto para el pescado que se abrazaba fraternalmente al trigo meloso, y el pulpo aportaba textura y enriquecía el plato, bravo por Susinos!.
Cordero a baja temperatura, deshuesado, con patata revolcona y unos pimientitos fritos… Qué decir, el cordero estaba doradito y tierno, regado por su propio jugo reducido… creo que si estás salivando no necesitas más explicación ¿verdad?.
Una de mis debilidades es el queso, y este surtido de quesos manchegos me hizo muy feliz, de veras, crema de queso con colines, un semi con crema al limón, curado de pasta dura con miel y su colmena (uhmmm qué rica), curado en manteca con dulce de zanahoria y los dados en aceite, en su punto, curado pero no picante, ideal para darle un tiento al tinto.
Esta versión del brownie me gustó mucho, cremoso y nada pesado, servido con un helado de azafrán que que equilibraba el tema mucho, y preparaba para otro tercio dulce:
Tarta de queso con helado de melón, así de sencillo y complejo a la vez, porque la tarta de queso es una prueba de fuego, conmigo dio en el blanco, me encanta y debo decir e¡que es cremosa sin exceso, todo un placer.
La chimenea y el festín empezaban a pesarme, el dulce sueño del bien comido, así que un buen café, que lo es, y un rato de amistosa charleta con Jorge, donde le comenté lo que aquí redacto, que comí bien y que lo pienso recomendar.
José Antonio Medina es un joven cocinero manchego que regenta en colaboración con sus hermanos El Coto de Quevedo en la localidad ciudadrealeña de Torre de Juan Abad, en el Señorío de Quevedo. Este complejo tratade un pequeño hotel rural y restaurante con salón para eventos más multitudinarios. Hoy vengo a contaros del restaurante y de lo bien que lo pasé ayer mismo, dame poco más de un minuto para el resumen en video:
Medina se reinventa día a día, de la mano con su familia, con su amor Mari y el pequeño Mateo, se rodea de buena gente y profesionales, que suele ser sinónimo en la gastronomía, el paso de los años no sólo pinta canas en sus sienes sino que arruga su frente gracias a las sonrisas que le arrancamos por orden, su hijo y los clientes que le felicitamos cada vez más, porque cada día se come mejor en su casa, doy fe. Todo fruto de un esfuerzo en reciclarse, formarse, mirar, escuchar, comprender, invertir tiempo y dinero valga la redundancia.
José Antonio Medina y Miguel Ángel Expósito, Chefs de El Coto de Quevedo.
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En definitiva, es la mejor de todas las veces que he comido en El Coto de Quevedo, que Medina hace un gran equipo con su actual compañero Miguél Ángel Expósito, otro joven y reconocido Chef. Que deseo de corazón que sea más conocido porque esta joya gastronómica lo vale. Y que estoy deseando volver. CLIC AQUÍ PARA IR A SU WEB.
Hotel Rural El Coto de Quevedo
Dirección: Paraje Las Tejeras Viejas, 13344 Torre de Juan Abad, Cdad. Real
Los gigantes de Campo de Criptana no son sólo los que están en lo alto del cerro de los molinos, en el pueblo hay artistas que como Sarita Montiel dejan huella allá por donde muestran su arte. Es el caso de mi amigo Miguel Ángel Castiblanque, que lidera Bodegas Castiblanque hace casi veinte años y elaboran joyas como la que presento hoy, dame un minuto:
Sí, un Cabernet Sauvignon maduro y complejo, de los que agradecen copa amplia y tiempo de oxigenación, un tinto rico y estructurado, con la madera justa y bien ensamblado. Miguel hace vinos elegantes, pensados para descorchar con una sonrisa y que esta perdure en cada sorbo.
Los Sumilleres adoramos los vinos de parcela, los vinos de pequeña tirada y mejor si el embalaje llama la atención; El de hoy es el caso, dame un minutillo que te cuento el vino y luego entro en detalles:
El otro día me trajeron esta botella de vino blanco una pareja que con la dichosa mascarilla tardé en reconocer, era Patricia y su chico José Ángel, ella es una conocida enóloga con largo y aplaudido recorrido y ahora traía un regalo único, un vino de parcela.
Serapio se llama, y es un vino blanco joven y seco que a pesar de en tapado con la chapa (tapón corona) y lacre flexible no es espumoso, es un vino tranquilo. Es fruto de centrarse en una parcela de unos quince años de antigüedad y que con la ayuda de Samuel Cano han podido elaborar un número muy pequeño de botellas en Mota del Cuervo, Cuenca. Suele franco arenoso, microclima más templado por cercanía a humedales, el viñedo por el paraje «Geminillo» tuvo que subirse a «espaldera» porque abunda la caza menor y además la cercanía a humedales podía dar algún problema sanitario, por lo demás todos los criterios son ecológicos, para menos de mil botellas que no duran un suspiro.
Un coñá! Aún recuerdo cuando hace veinte años las barras de los bares por la mañana trabajaban frenéticamente y la banda sonora era de los portas de la cafetera golpeando en el cajón de los posos del café y las botellas vacías cayendo en la papelera, el olor del café estaba mezclado con el del anís, brandy, ponche y patxarán que reinaban en las copitas de balón pequeñas y los vasos de tubo con dos hielos que no llegaban a derretirse. Es un pasado tan real como incómodo, hoy es algo casi impensable.
De todas las marcas de Brandy posibles aún resuenan con tono grave y notable dos marcas de Tomelloso, y hoy vengo a hablarles del Coñac Peinado, que tiene historia y muchas anécdotas, yo traigo una:
Cariñosamente la llamo «La botella del millón» porque en todos los pueblos hay un bar o feliz propietario que la exhibe como la joya que es, o fue. Y llevo muchos años escuchando la célebre frase que nunca sabré ni me importa si es real, pero es magnífica:
…me daban un millón de pesetas y no la vendí.
(a veces eran cien mil pesetas)
Para mí es una joya que tiene una historia muy bonita detrás, dame un minuto, mira el vídeo y te cuento:
A pesar de que las palabras Coñac y Champán son españolas se refieren a productos con indicación geográfica actualmente protegida, el vino espumoso «Champagne » solo se puede llamar así si está elaborado en el marco geográfico y con las condiciones que marca su AOC o Denominación de Origen controlada/ controladora. Así le pasa al «Cognac» que se elabora en la Comarca o departamento de la Charente francesa. Para no entrar en tecnicismos, el Coñac sólo se puede llamar así si es Cognac francés, pero hubo una excepción que unió Francia con Tomelloso por muchos años.
En 1868 llegó a Europa desde América un pulgón que arrasó el viñedo, la Filoxera acabó con la mayor parte del viñedo y algunos países como Francia se vieron obligados a comprar vinos y destilados a países menos dañados por la plaga, así Tomelloso y nuestro protagonista comenzaron a crecer en cantidad, calidad y popularidad. En el siglo XIX aún se permitía usar el nombre de coñac y se registró la marca Coñac Peinado al ser un brandy que se elaboraba con las mismas pautas que el Cognac, de hecho tenían grandes clientes franceses que estaban encantados por la calidad del producto, y así hasta 1972 por derecho propio.
Hoy por hoy la marca elabora grandes brandy reconocidos mundialmente como Brandy Peinado, de Tomelloso, personalmente tengo debilidad por este producto por su calidad y procedencia, ya sabéis… Cuando tengo oportunidad no sé de mejor final a una comilona y si es junto a un buen puro, pues miel sobre hojuelas mirusté.
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